El divorcio y el nuevo matrimonio son temas profundamente personales que generan preguntas tanto prácticas como espirituales entre los cristianos. En un mundo donde las relaciones enfrentan desafíos constantes, muchos buscan orientación en la Biblia para comprender cómo abordar estas situaciones con fe y sensibilidad.
El Matrimonio y el Divorcio en la Enseñanza Bíblica
El matrimonio, según la Biblia, es una institución sagrada diseñada por Dios como una unión permanente entre un hombre y una mujer. En Génesis 2:24, se establece este fundamento: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”.
Esta unión refleja la intención divina de compromiso, amor y unidad. Jesús refuerza esta visión en Mateo 19:4-6, diciendo: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”. Aquí, Jesús subraya la permanencia del matrimonio, presentándolo como un vínculo que no debe romperse.
Sin embargo, la Biblia reconoce que el pecado humano puede fracturar esta unión, y el divorcio aparece en las Escrituras como una realidad, aunque no como el ideal de Dios. En el Antiguo Testamento, Deuteronomio 24:1-4 regula el divorcio, permitiéndolo en casos de “algo indecente” encontrado en la esposa, aunque los rabinos debatían qué significaba esto.
Jesús, en Mateo 19:7-9, aborda esta práctica y aclara: “Yo os digo que cualquiera que repudie a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se case con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera”.
La excepción de “fornicación” (en griego, porneia, que implica inmoralidad sexual) indica que el adulterio grave puede justificar el divorcio, rompiendo el pacto matrimonial. Este pasaje sugiere que, aunque el divorcio no es el plan original de Dios, hay circunstancias donde se permite, mostrando una tensión entre el ideal divino y la realidad humana.
El apóstol Pablo también aborda el divorcio en 1 Corintios 7:10-15, instruyendo: “A los casados mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; pero si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer”.
Aquí, Pablo enfatiza la reconciliación o permanecer soltero tras la separación, pero añade una excepción en el caso de un cónyuge no creyente que abandona la relación: “Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios” (1 Corintios 7:15).
Este “abandono” libera al creyente, sugiriendo que no está obligado a mantener una unión rota por la deserción del otro. Estos pasajes muestran que la Biblia, aunque valora la permanencia del matrimonio, reconoce circunstancias excepcionales donde el divorcio puede ocurrir, siempre con un llamado a la restauración cuando sea posible.
El Nuevo Matrimonio y la Gracia de Dios
La tema del nuevo matrimonio tras el divorcio es igualmente compleja y requiere un examen cuidadoso de las Escrituras. En Mateo 19:9, Jesús implica que el divorcio por inmoralidad sexual permite el nuevo matrimonio para la parte inocente, ya que el pacto original se ha roto.
La liberación del creyente en 1 Corintios 7:15 por el abandono de un cónyuge incrédulo parece abrir la puerta al nuevo matrimonio, ya que el creyente “no está sujeto a servidumbre”. Estos textos indican que, bajo ciertas condiciones, la Biblia permite volver a casarse sin violar los principios divinos.
No obstante, la Biblia también llama a la reflexión y al arrepentimiento en el contexto del nuevo matrimonio. En Marcos 10:11-12, Jesús enseña: “Cualquiera que repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra ella; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio”.
Jesucristo, el Hijo, es central en la Trinidad. La Biblia afirma que es plenamente Dios y hombre, según Juan 1:1-2: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”. El “Verbo” es Jesús, distinto de Dios (“con Dios”) y plenamente Dios (“era Dios”).
Este pasaje, que no menciona excepciones, subraya la seriedad del divorcio injustificado y el nuevo matrimonio, especialmente cuando no hay base bíblica (como infidelidad o abandono). Sin embargo, la gracia de Dios es central en la fe cristiana.
1 Juan 1:9 promete: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Aquellos que se han divorciado o vuelto a casar en circunstancias no ideales pueden encontrar perdón y restauración al acercarse a Dios con humildad.
Aplicar las enseñanzas bíblicas sobre el divorcio y el nuevo matrimonio requiere sabiduría y compasión, tanto para uno mismo como para los demás. La Biblia reconoce el dolor y la complejidad de las relaciones rotas.
Jesús, en Mateo 19:8, explica que el divorcio fue permitido “por la dureza de vuestros corazones”, reconociendo la fragilidad humana. Esto no excusa el pecado, pero muestra la misericordia de Dios al tratar con nuestras limitaciones.
La Trinidad es una realidad para experimentar. Oramos al Padre por el Hijo mediante el Espíritu (Efesios 2:18). Adoramos al Dios trino que nos salva. La Trinidad nos llama a la comunidad, reflejando su amor.
Los cristianos están llamados a apoyar a quienes enfrentan el divorcio, ofreciendo amor y orientación en lugar de juicio. Gálatas 6:2 exhorta: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo”. Escuchar, orar y acompañar a alguien en este proceso refleja el corazón de Cristo.
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