Para que los hijos se manifiesten, tendrán que conocer y entender su identidad y manifestar los frutos de su madurez espiritual.
Herederos de sus promesas
El texto base de este blog post es Romanos 4:13-18. Lealo con calma ántes de seguir.
Estos años a seguir serán un tiempo de afirmación y cosecha para los que tengan sus prioridades claras.
Cuando hablamos de manifestación, hablamos de exposición; y la exposición es buena cuando se muestran los resultados positivos, pero no tan buena cuando quedan manifiestos los negativos.
Hay un refrán popular que dice: “Cuando se sabe lo que se siembra, no se le teme, a la cosecha”.
Personalmente creo que cuando la Biblia habla de la manifestación de los hijos, habla de la separación, de la diferenciación entre quienes son, y quienes no son.
La manifestación de los hijos mostrará quien verdaderamente permitió el proceso y alcanzó el nivel correcto y necesario para el cumplimiento de las promesas en su vida.
Muchos quieren que Dios les cumpla, sin ellos cumplirle a Dios, y la bendición está condicionada a la obediencia.
La Biblia es clara cuando dice en Romanos 4:14 que: “Si los que son de la ley son los herederos, entonces, vana es la fe y se anula la promesa”.
Aquí la ley representa todo movimiento religioso que intenta entrar al reino de los cielos a través de sus propios medios y méritos. Textos como este nos deben aclarar el panorama en cuanto al nivel de entendimiento y comprensión que tenemos acerca de la ley y de la gracia.
Permítanme aclarar algo importante; Abraham vino antes que Moisés, Abraham practicó cosas reveladas directamente por Dios antes de que le fueran reveladas a Moisés,. Abraham fue aprobado por Dios, mientras que Moisés fue reprobado.

El pacto establecido
Fue a Abraham y a su dependencia que le fue prometida la tierra, ;no a Moisés ni a su decendencia, la cual fue descalificada en el desierto.
El Pacto se estableció en Abraham (circuncisión), pacto que Moisés desatendió aun en su propia familia y en toda la nación de Israel. Hay una gran diferencia entre los que quieren ser hijos mediante la Ley de Moisés y quienes realmente lo son a través de las Promesas de Abraham.
Los religiosos muchas veces trataron de engañar a Jesús haciéndose pasar por Hijos de Abraham:
Juan 8:39: “Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais”.
Lucas 3:8: “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.”
Podemos decir que somos hijos, que somos hermanos, que somos cristianos, pero Dios conoce bien a los que son suyos dice 2 Timoteo 2.19.
¿Por qué es necesario hacer la diferenciación entre los que son de la carne o la ley, y entre los que son del espíritu o de la promesa?
Porque la creación gime por la manifestación de los verdaderos hijos, pero hoy muchos tratan de manifestarse sin serlo.
Gálatas 4:22: “Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre”.
Muchos dirán, “nosotros también somos hijos de Dios”, pero no todos los que dicen ser hijos de Dios son hijos de Abraham. Y si no somos hijos de Abraham, no somos hijos de Dios.
¿Por qué? porque nos faltaría el nivel de fe necesario para ser justificados y no se puede ser hijo de Dios sin ser justificados.
Gálatas 3:14: “para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu”.
Cristo vino a hacer accesible a los gentiles la bendición y las promesas de Abraham.
Muchos creen en Jesús de la manera equivocada. Creen por medio de su propia fe, y de esta forma no somos justificados.
Somos justificados cuando creemos en Jesús de la forma correcta, y esto es creyendo, como Abraham creyó y le contó por justicia.
Ismael e Isaac eran hijos de Abraham, la diferencia era que uno era hijo de la esclava y el otro era hijo de la libre. Uno era hijo de la ley y el otro era hijo de la gracia, si me entienden.

¿De quién somos nosotros hijos, de la ley de muerte en Moisés o de la ley de vida en Cristo?
Romanos 9:6-8:
“6 No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino que: En Isaac (Promesa, Pacto) te será llamada descendencia.
Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes…de Abraham en Cristo”.
Tenemos que entender como esto hace referencia a la iglesia. Los hijos de la Ley, los hijos de Moisés, los Israelitas, y los hijos de la esclava representan a todos aquellos a quienes Jehová se ha manifestado, pero esta promesa no incluye a todos a los que Dios se le ha manifestado, sino a aquellos que lo han aceptado. (Juan 1:10-13)
Ser hijos de la esclava representa ser hijos ilegítimos de Abraham. Porque la ley esclaviza, pero ser hijos de la libre representa ser hijos de la legítima, y ser hijos de la libre y la legítima vivifica y nos añade a la promesa. Aquí está hablando de los dos tipos de ley, a través de las cuales se cumple o no, el pacto y las promesas.
Los mercaderes del evangelio venden primogenituras sin identidad, venden promesas de bendición sin pacto, venden falsos esperanzas de prosperidad, bienestar y salvación; es por lo que la paternidad espiritual en Abraham es tan importante para entender si estamos o no dentro del pacto. Moisés se olvidó de esto y quedo fuera, no solamente el sino su familia y su generación.
No podemos olvidar que primero que Moisés fue Abraham; que la promesa de la Tierra Prometida fue a Abraham y a su descendencia. Que el pacto le fue dado a Abraham; pacto que Moisés no pudo retener y se olvidó de él.
¿De qué nos vale que nos saquen de la esclavitud si no nos introducen en la promesa?
La religión no puede hacer verdaderamente libre a nadie, aunque le ofrezca una apariencia de libertad. El Reino tiene una historia y un contexto.
Abraham es parte de ese contexto, Moisés es parte de ese contexto, David es parte de ese contexto, Juan el Bautista es parte de ese contexto, y Cristo es el cumplimiento de la profecía, la promesa y el autor de la eterna salvación y de la reconciliación eterna con el Padre.
Personalmente estoy impresionado con lo que Dios está haciendo y como lo está haciendo. No somos un pueblo común, Dios tiene una comunión especial con nosotros y lo digo con humildad y agradecimiento.
Si usted no lo puede ver aún, está a tiempo de ser parte; pero si lo ignora y continúa su vida de forma natural, sentirá el peso de lo sobrenatural llamándole constantemente.
Dios lo quiere conectado, Dios lo quiere comprometido, Dios lo quiere envuelto en todos sus asuntos, Dios lo quiere sentado en la mesa como hijo y heredero. Pero está en nuestras manos si adoptamos la identidad de nuestro padre o seguimos en la casa como siervos y esclavos.
Le estoy hablando de sus derechos, de sus promesas, de su propósito, y de sus bendiciones; la decisión está en sus manos, en sus palabras y en sus acciones.
Te tengo que preguntar cómo le pregunto Elías al pueblo de Israel en 1 Reyes 18:21: “Y acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra”.
El silencio es en sí mismo una respuesta; si Dios nos hace una pregunta y no sabemos responderle, entonces ya le hemos respondido.
Mis amados, aquí queremos que usted sepa que responderle a Dios cuando él nos pregunte, ¿A quién vamos a servir? Y si le vamos a servir a Dios, lo haremos correctamente, con todo lo que él requiere, para recibir todo lo que el promete.