Más que un Nombre

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¿Qué es un nombre?


NOMBRE = Con origen en el vocablo latino “nomen”, el concepto de nombre constituye una noción que se destina a la identificación de seres que pueden ser animados o bien, inanimados.

Se trata de una denominación de carácter verbal que se le atribuye a un individuo, un animal, un objeto o a cualquier otra entidad, ya sea concreta o abstracta, con el propósito de individualizarlo y reconocerlo frente a otros.

Cuando se refiere al ámbito español se encuentra con el hecho de que los nombres y apellidos tienen cuatro posibles orígenes: Romano, Griego, Hebreo y arameo y por ultimo del Germánico que son nombres que emanan de combinaciones de diversas lenguas de este origen.

La importancia de un nombre propio

Entre las muchas notas características que distinguen a todo ser humano de los demás, es el nombre. De ahí, la enorme importancia de un nombre propio adecuado, mediante el cual nos identificará durante toda la vida.

Las mamás siguen disponiendo de gran influencia a la hora de asignarle el nombre a su bebé, al fin y al cabo, fueron ellas quienes lo llevaron en su vientre y son quienes están en íntima relación con ellos. El nombre acompañará a un ser humano durante toda su vida y será, además, la palabra que más recurrentemente escucharemos, dado que en todas partes nos llamarán por nuestro nombre, al menos eso es lo deseable.

En tal virtud, será más que imprescindible que los padres se tomen el tiempo necesario para decidir dicho nombre, así sea necesario llegar a casa (desde el hospital) con un “bebé aún anónimo”. La importancia de un nombre propio es tal, que de él depende, en gran media, el que nuestros hijos no sean objeto de burlas o señalamientos degradantes durante toda su vida.

Ya pasaron esos tiempos lejanos, en los que era “inevitable” colocarle al bebé varón el nombre de su padre, aunque fuera un nombre de lo más extraño o grotesco. De la misma manera, ya no es necesario asignarles a las bebés el nombre de su madre, tía o abuela.

Asignarles un nombre que les resulte agradable pronunciar a sus padres, familiares, amigos, compañeros de escuela o universidad, vecinos y demás, será la mejor de las decisiones, de cara al bienestar psicológico de quien, algún día, será un adulto inserto en un entorno social.

Como hemos podido apreciar, la importancia de un nombre propio adecuado es enorme. Mucho más de lo que, a primera vista, nos podríamos imaginar.
una pizarra escrita con un lapez acostada sobre ella y un signo de pregunta escrito

Los nombres y los judíos

¿Alguna vez te has preguntado que significa tu nombre? ¿Cuán importante es? Una pregunta más seria que debemos considerar es si los nombres realmente tienen un significado más profundo; y si nuestros nombres tienen alguna importancia. La respuesta, desde una perspectiva judía puede sorprenderte.

Los nombres representan nuestra identidad no sólo porque son una manera conveniente de distinguirnos el uno del otro, sino porque nos definen. El nombre que recibimos al nacer no es fortuito. Es, hasta cierto punto, profético. Captura nuestra esencia. Es la llave de nuestra alma.

La palabra en hebreo para ‘alma’ es neshamá. La parte central de esta palabra, las letras del medio shin y mem, forman la palabra shem, que significa ‘nombre’. Tu nombre es la llave para conocer tu alma.

El Midrash (que es una serie de libros escrito en diferentes tiempos por numerosos autores con diversos puntos de vista, conteniendo interpretaciones y elaboraciones de las escrituras.) nos enseña que todavía hay una pequeña área en donde podemos experimentar un cierto aspecto de profecía. Esto es, cuando elegimos un nombre para nuestros hijos.

Los nombres de nuestros hijos son el resultado de una colaboración entre nuestro esfuerzo y la respuesta de Dios, es por eso que la palabra en hebreo para ‘nombre’, shem, tiene el mismo valor numérico que la palabra en hebreo para ‘libro’, sefer, esto es, 340.

Los nombres son un libro. Ellos cuentan una historia. La historia de nuestro potencial espiritual, así como también la de nuestra misión en la vida. Eso explica el fascinante Midrash que dice que cuando completemos nuestros años en esta tierra y nos enfrentemos al juicio celestial, una de las preguntas más poderosas que nos preguntarán es: ¿Cuál es tu nombre? Y ¿Le hiciste honor a tu nombre?

¿Quién fue el primero en llamar a algo o alguien por su nombre? La Torá (AT) deja en claro que no fue otro sino Dios. Y Dios utilizó los nombres no sólo para identificar, sino que los utilizó para crear.

Cuando la Torá dice “Dios creó”, no sugiere que Él realmente realizó una labor manual, sino que simplemente habló, y las palabras que describían el objeto hicieron que este comenzara a existir. Dios dijo “que haya luz, y hubo luz”. Dios simplemente nombró las cosas, y las mismas letras de estos nombres moldearon la estructura atómica de estas cosas.

JLos nombres no son sólo una forma conveniente de diferenciar objetos. Los nombres son responsables por las diferencias que existen entre todas las cosas creadas en este universo. Los nombres existen antes de las cosas que luego serían identificadas con estos nombres. Los nombres no son la descendencia, sino los padres de todo lo que hay en el universo. Las cosas son como son llamadas. O en palabras más simples, las cosas son lo que son por el nombre que recibieron.

La importancia de tu nombre

Cuando Abram llegó a la comprensión del monoteísmo, su nombre tuvo que ser cambiado: “Tú nombre no será más Abram, sino que desde ahora serás llamado Abraham, porque yo te haré padre de multitud de naciones” (Génesis 17:5). El cambio de identidad requirió un cambio de identificación.

Cuando Yaakov, cuyo nombre provenía de la raíz de la palabra hebrea ekev ‘tobillo’ —que era tan perfectamente adecuado para alguien cuyo acercamiento a los problemas de la vida fue siempre “salir arrancando”— se dio cuenta que tenía que pelear en vez de volar, el ángel le informó: “Ya no será tu nombre Yaakov, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has prevalecido” (Génesis 32:29). Un cambio drástico de estilo de vida trae consigo una nueva descripción personal.

Si una persona está críticamente enferma, la ley judía sugiere un poderoso último recurso: cambiar el nombre del individuo para alterar el decreto Divino. Añadir el nombre Jaim, que en hebreo significa ‘vida’, es un famoso ejemplo de esto.

Es nuestra costumbre como pueblo nombrar a los niños a partir de personas que admiramos o a partir de personas cuyos nombres queremos rememorar. Vincular a un recién nacido con una persona del pasado es conectar dos almas en un inseparable lazo de vida.

De hecho, la Biblia increíblemente nos dice “Según su nombre, así es él” (Samuel I, 25:25). Los sabios talmúdicos ofrecen incontables ejemplos de conexión entre los nombres de ciertos personajes bíblicos y sus acciones. Siempre dejaremos atrás nuestros nombres como un legado final.

¿Acaso esto significa que estamos predestinados a vivir nuestras vidas circunscritos por algo que está más allá de nuestro control? ¿Estamos condenados a actuar los roles que nuestros padres nos asignaron cuando éramos infantes? ¿Acaso nuestro libre albedrío está limitado por nuestros nombres? ¡Por supuesto que no! El judaísmo enfatiza el principio de la libertad de elección. Sin embargo, nuestros nombres son indicadores de nuestro verdadero potencial y predictores de nuestro posible futuro.

No son nuestros nombres los que nos fuerzan a ser lo que somos, sino que lo que somos, nuestra esencia, se transmite a sí misma de una profunda manera profética a aquellos que están a cargo de la sagrada tarea de elegir nuestros nombres. Es un mensaje de Dios directamente a los encargados de elegir nuestros nombres para ayudarnos de esta manera a definir nuestra misión en la tierra.

Nuestros nombres viven aún después de nosotros. Hagamos todo lo posible para que seamos recordados para bien.
Reconocemos a un NOMBRE que es sobre todo nombre…JESUS
  • Filipenses 2:9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre.
  • Juan 20:31 Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.
  • Apocalipsis 2:17 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.


Sobre la Autora
La Apóstol Limarie lleva 18 años sirviendo en distintos ministerios, entre ellos el pastorado, la educación Cristiana y el diseño de la mujer. Es esposa y madre de tres varones. Activamente está pastoreando, junto con su esposo el Apóstol Juan C. Vargas, la iglesia Casa de Adoración. Su libro más reciente es Yo Soy Quien Dios Dice Que Soy.

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